Operación dulce.

Operación dulce, de Ian McEwan.

Me declaro seguidor de Ian McEwan. Lo encontré en la biblioteca con su novela Solar, en los estantes de narrativa, junto a otros volúmenes de la Editorial Anagrama.

Repetí con Máquinas como yo, y acabo de terminar esta gran novela: Operación dulce.

Operación dulce se encuadra en Inglaterra 1972, en plena Guerra Fría.

Serena es reclutada por el MI5, gracias a una relación amorosa con un componente del servicio de seguridad del Reino Unido. Ella es tan solo una joven estudiante que ve una buena oportunidad en este el trabajo de agente secreto.

La novela es una gran trama sobre cómo la agencia de seguridad capta a escritores poco conocidos para que publiquen novelas acordes al mensaje que la agencia de seguridad quiere difundir.

Es algo bastante común entre los escritores rusos bajo el mando soviético, es parte sin duda de la Guerra Fría de aquellos años.

La prosa de Ian McEwan en Operación dulce es firme y ágil.

Ian McEwan muestra con su prosa firme y ágil cada momento en el que Serena se relaciona con sus compañeros, en un mundo de hombres, donde finalmente encuentra una buena oportunidad.

Todo lector o escritor atenderá, y tal vez se sorprenderá, al tomar conciencia de que los grandes clásicos de la literatura han podido ser objeto de la manipulación o dirección de los gobiernos para crear una conciencia en la población.

En Operación dulce se hace referencia a la novela Un día en la vida de Iván Denísovich, de Alexandr Solzhenitsyn, donde el mundo occidental conoce qué es un gulag: campo de concentración ruso; pero también se mencionan novelas como Rebelión en la granja o 1984 de George Orwell, que representan una gran sátira del sistema comunista y crítica a los sistemas totalitarios.

¿Cuánto empeño, por no decir financiación, pusieron los gobiernos en favor de que se conocieran dichas obras?

Nunca lo sabremos.

Ton Haley es en Operación dulce uno de los escritores que el MI5 ha seleccionado para esa labor de difusión, valores democráticos en contra de los sistemas totalitarios provenientes de la esfera comunista; es por tanto la víctima de un complot del que es ajeno, pues desconoce los verdaderos fines de sus futuras novelas.

Todo se gesta bajo el contexto del espionaje.

Cuando le proponen una pensión a cambio de escribir una novela, en la que le han elegido por sus buenos relatos publicados en algunas revistas, él se expresa de esta manera:

La cuestión es: todos los días pienso en este problema. No tengo nada importante en que pensar. Me desvela por la noche. Son siempre los mismos cuatro pasos. Uno, quiero escribir una novela. Dos, estoy sin un penique. Tres, tengo que conseguir un trabajo. Cuatro, el trabajo me impedirá escribir. No veo una solución. Entonces una joven bonita llama a mi puerta y me ofrece una pensión suculenta a cambio de nada. Es demasiado bonito para ser cierto”.

Sí, es demasiado bonito para ser cierto, pero todo aquel que haya sido escritor o sienta la imperiosa necesidad de serlo, caerá con facilidad en la adulación de una proposición como esta. Publicar con una buena editorial, ganar un premio de renombre, ser conocido como un verdadero artista.

Ian McEwan es un maestro que nos transporta llana y indeleblemente en la acción de los acontecimientos.

Operación dulce es una novela que indaga entre la lealtad y la traición, el amor y la redención, la honestidad y el engaño.

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Máquinas como yo

La convivencia con entes más hábiles es algo que ya atisbamos, pero no estamos preparados para que sean más humanos que nosotros.

Máquinas como yo

…y gente como nosotros, dicta el subtítulo de esta novela de Ian McEwan.

Descubrí al autor en la biblioteca. Hace unas semanas leí Solar, y me decidí a repetir. Su prosa es ágil y constructiva, tiene ritmo y no descansa, hace que percibas la acción con normalidad, te sientes cercano a los personajes, aunque no tengas nada que ver con ellos, pero en cualquier caso consumes la lectura con avidez, deseando volver a la novela cuanto antes.

Ian McEwan es un autor con numerosas novelas, premiado en otras tantas.

The Times lo puso en la lista de «Los 50 mejores escritores británicos desde 1945» y The Daily Telegraph lo situó 19º en la lista de «las 100 personas más poderosas en la cultura británica»

En Máquinas como yo, aborda la controvertida aparición de los androides en nuestra sociedad.

Adán y Evan son las creaciones de una empresa que desarrolla la inteligencia artificial. El protagonista de la novela decide gastar toda su herencia en adquirir un Adán, pero en la novela no se expone como un androide frío que recibe ordenes; es artificial, sí, pero capaz de aprender, de entender sentimientos, y adaptarse al medio humano.

Es aquí donde se aborda la controversia del argumento. Estas creaciones no son capaces de entender nuestra sociedad.

Los seres humanos somos demasiado complejos, nos valemos de la mentira, la ira, la muerte, el dolor, todo lo aceptamos con naturalidad; como se menciona en la novela es el efecto Auschwitz: podemos vivir y aceptar que las personas hemos cometido atrocidades de esa magnitud, las naturalizamos como forma de supervivencia.

Para estos androides la dificultad reside en convivir, y por lo tanto aprender, con personas que admiten el hambre, las guerras, el holocausto y la destrucción del propio ser humano; todo eso a lo que nos hemos acostumbrado por la mera repetición de los mismos acontecimientos desde nuestra existencia.

En Máquinas como yo se aborda la convivencia de Adán con una pareja de enamorados con sus problemas de la vida cotidiana.

El androide irrumpe en sus vidas, ajeno a los principios que nos gobiernan, esos que hemos asumido en nuestra sociedad y alguien exento de la historia de la humanidad y de todos sus errores no entiende, y por lo tanto pone en evidencia nuestro comportamiento, nuestra ética, por lo que, un ente que no acepta tales preceptos, colapsa y se autodestruye.

Ian McEwan ha conseguido en esta novela una sublime crítica social.

Ian McEwan ha conseguido en esta novela una sublime crítica social a partir de una visión externa de nuestro ojos, nos conduce ante la certidumbre de que una inteligencia artificial es mejor que nosotros, no solo en tareas rutinarias o materiales sino en ética o humanidad, por eso del título: Maquinas como nosotros.

Cita del autor en Máquinas como yo:

La historia de la autoevaluación humana como especie podía verse como una serie de degradaciones encaminadas hacia la extinción. Un día estuvimos entronizados en el centro del universo, y el sol y los planetas, y el mundo observable en su integridad, giraban en torno a nosotros en una danza intemporal de adoración.

Luego, en desafío a los sacerdotes, la astronomía despiadada nos redujo a un planeta que orbitaba alrededor del sol, una más entre otras rocas. Pero seguíamos aparte, espléndidamente únicos, designados por el creador para ser señores de todo lo viviente.

Luego la biología confirmó que éramos parejos al resto de los seres, y que compartíamos unos ancestros comunes con las bacterias, las violetas, las truchas y las ovejas.

A principios del siglo XX nos sumimos en un exilio aún más oscuro cuando la inmensidad del universo nos desveló su ser e incluso el sol pasó a ser uno más entre los billones de soles de nuestra galaxia, galaxia que a su vez no era sino una entre billones.

Al final, recurriendo a la conciencia, nuestro último reducto, quizá no nos equivocábamos al creer que ocupábamos un lugar de preeminencia respecto del resto de las criaturas del planeta.

Cita del autor en Máquinas como yo:

Pero la mente que un día se había rebelado contra los dioses estaba a punto de destronarse a sí misma por la obra de su propio y fabuloso alcance. Dicho de forma abreviada, diseñaríamos una maquina un poco mas inteligente que nosotros, y dejaríamos que esa máquina inventara otra que escaparía a nuestra comprensión. ¿Qué necesidad habría de nosotros, entonces?”

He aquí la verdadera cuestión que aborda Ian McEwan en Maquinas como yo, pero aquí no acaba la controversia, esta primera generación de máquinas no es capaz de entender nuestra inhumanidad, nuestros perniciosos comportamientos, y acaban por autodestruirse o colapsarse como entes inteligentes.

Cómo se presentan los androides en Máquinas como yo:

 “Rápidamente entienden, como lo hemos de hacer nosotros, que la conciencia es el valor más alto. De ahí que su tarea primordial sea desactivar el botón de apagado. Luego, al parecer, pasan por una fase de expresión de ideas optimistas e idealistas que no son fácil desechar. Algo similar a una pasión efímera de juventud. Y luego se aprestan a aprender las lecciones de desesperanza que n podemos evitar enseñarles.

En el peor de los casos, sienten una especie de dolor existencial que acaba siendo soportable. Ellos o las generaciones siguientes se verán forzados, por su angustia y su perplejidad, a plantarnos un espejo ante la cara. En él veremos un monstruo familiar a través de los ojos nuevos que nosotros mismo diseñamos. Tal vez suframos un fuerte shock que nos obligue a hacer algo con nosotros mismos. Quien sabe.”

Conclusión final de Máquinas como yo

Esta obra es sin duda una crítica al ser humano, una evidencia de que somos más pequeños y menos importantes de lo que creíamos, y sobre todo menos capaces como inteligencia de lo que nosotros creemos, y que esto acabará por ser nuestra destrucción.

No se trata de una novela de ciencia ficción, es algo más real, más certero, que formará parte de nuestra sociedad en poco tiempo.

La convivencia con entes más hábiles es algo que ya atisbamos, pero no estamos preparados para que sean más humanos que nosotros, aunque si te paras a pensarlo, tampoco es tan difícil.


Cuestiones sobre la inteligencia artificial.

Conoce a Ian McEwan

Máquinas como yo, publicado en Anagrama.

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