Pedro Sánchez se suicida.

Hoy he tenido un sueño, ni es un deseo ni lo deja de ser: Pedro Sánchez se ha suicidado en su residencia de la Moncloa.

El lunes por la mañana lo encontraron vestido de traje y corbata en el sillón de la sala principal. La fotografía oficial muestra su semblante pétreo, blanco, serio, sentado en una posición tal vez demasiado formal para un cuerpo sin vida.

Ni sonríe, ni muestra enojo, tiene los ojos cerrados y en su rostro se puede apreciar una muestra de constreñido esfuerzo, tal vez debido a los efectos de la droga en el momento de su muerte.

Por lo demás, todo es sencillo y solemne. A su lado, en la mesilla hay una escueta nota de despedida, de la que nunca sabremos su contenido exacto, junto con la fotografía de su mujer y él en una estampa entrañable.

El funeral de Pedro Sánchez

El funeral se llevará a cabo unos días después. Al séquito acudirán políticos y mandatarios, su partido y la representación de la socialdemocracia europea, presidentes, y empresarios velarán al difunto líder.

Él, que dio todo por su país, será el referente del destino de los españoles. Las banderas ondearán con su rostro junto a la rosa y el puño, símbolos perpetuos del partido. Se enunciarán discursos en favor de la igualdad y de la democracia.

Se contendrán los insultos hacia el adversario: la ultraderecha desaparecerá de nuestra sociedad. Se entonará la internacional comunista, y se le dará santa sepultura entre llantos y proclamas. Todas las televisiones del mundo se harán eco de este triste y emotivo acontecimiento. Miles, millones de ciudadanos de todas las partes del mundo encenderán una vela en señal de duelo, y después…

El partido socialista seguirá gobernando.

Después el partido socialista seguirá gobernando. El legado del presidente se extenderá para el bien de las repúblicas españolas: Cataluña y el País Vasco serán pueblos libres. Por fin llegará la libertad de expresión y pensamiento. La oposición formará un grupo minoritario, apenas simbólico, necesario y garante para el régimen democrático.

El manual de resistencia, obra del extinto presidente, será un libro necesario en todas las escuelas de España. El rojo será nuestro color, igual que siempre lo fue la camiseta de nuestra selección deportiva.

El rey vivirá plácidamente en un país vecino. La prensa y televisión comunicarán las noticias evitando el insulto, siempre constatando la información oficial, sin difamar, sin insultar. La religión católica, igual que cualquier otra, será libre y controlada por un comité de seguimiento.

Pero lo más importante es que los españoles, (también las comunidades que formaron repúblicas independientes: Cataluña y País Vasco) vivirán en paz. Nos alimentaremos del subsidio, ni habrá paro, ni índice que lo muestre, porque el desempleo no tendrá el significado de inactividad.

Años después una voz disidente y difamatoria se hará eco en nuestra sociedad. Cuestionará si realmente dentro del féretro iba el amado presidente, el líder, la enseña y guía de nuestro destino; sembrará la duda a ese minoritario grupo de oposición, que bien podría ser el germen del extinto movimiento de la ultraderecha y entonces…,

…los españoles volveremos a nuestras cuitas, abrazaremos la contienda porque al fin y al cabo, es parte de nuestra genética peninsular, siempre aislada del continente, que nos conduce a la lucha de clases (políticas, económicas o religiosas).

idiosincrasia española.

Volveremos a ser lo que siempre quisimos: un pueblo sin gobierno ni dirección, donde la picardía y el engaño se valoran como signo de inteligencia y derrota del adversario.

Y tal vez entonces lleguemos a saber si ese líder descansaba en paz dentro de la caja mortuoria, o por el contrario disfruta de los acontecimientos desde el salón de su casa con su sonrisa de ganador.

¿Quién es Pedro Sánchez?

Novelas de Santi G. Torrejón