Carta a Benito Pérez Galdós.

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Benito Pérez Galdós Biografía.

Siempre me ha interesado ese proceso que nos invoca a la lectura.

Me gustaría conocer vuestra opinión o más bien, vuestra experiencia.

¿Cómo llegasteis a interesaros por la literatura? ¿Cuál fue el autor propulsor en este bello arte?

¿Quién consiguió animaros a la lectura?

Me he animado a contaros mi experiencia con una carta a Benito Pérez Galdós.

Al final del artículo os dejo un resumen de la biografía de Benito Pérez Galdós.

Benito Pérez Galdós Biografía.

Los primeros recuerdos que tengo sobre la literatura fueron tristes.

En la escuela tuve que aprender a leer con un ojo tapado. No entendía muy bien porqué me tenían que cubrir el ojo con el que mejor veía, pero fue así como empecé a leer cuentos e historias: con gafas y un parche marrón con una ventosa que se pegaba a una lente.

Aquello fue un verdadero fastidio. Mi tendencia hacia las letras declinó en favor de los números.

Las fórmulas matemáticas eran menos extensas y más conceptuales, ejercían un menor esfuerzo a mi vista, que nunca se recuperó del todo, pues fui ganando dioptrías hasta bien entrada la pubertad.

En la adolescencia y después de cursar los estudios superiores, todo fue un largo y tortuoso camino, siempre en el peligroso alambre del trapecio de los mil senderos que te depara el destino.

El sosiego y la calma para leer una novela.

Por alguna razón que desconozco, mi tendencia hacia la literatura en general se acrecentó una vez pasaron los vendavales de la juventud, cuando mi mente encontraba el sosiego y la calma para meditar y tener una novela entre mis manos.

Fueron años en los que busqué nuevos autores, me refiero a los que no se ofrecen en la escuela.

Los clásicos de la literatura no tenían atractivo y por ello anduve entre la ciencia ficción, el terror y la fantasía, sin hallar al autor que me sedujera.

Era evidente que los autores no tenían culpa alguna: mi mente aun no estaba preparada para acogerlos.

Allá por los años 90 fui socio de El Círculo de lectores. Recibía mensualmente un lote de novelas: todos aquellos volúmenes quedaron sin concluir con un billete de metro, una servilleta o una tarjeta del fontanero a modo de marcapáginas.

Durante años me afané en encontrar la motivación suficiente, para volver a la literatura, con lecturas erráticas de dispares géneros y autores. 

«La Fontana de Oro», de Benito Pérez Galdós.

Hasta que un día cayó entre mis manos una novela de Benito Pérez Galdós.

Desde aquel momento continué leyendo su obra, gracias a Dios bien extensa, con la seguridad del éxito, con el temor de salir de él, de sus letras, de su ingenio. Leía cada una de sus novelas como un niño que va de la mano de su padre.

Benito Pérez Galdós Biografía.

Sí, tú, Benito, y tu «Fontana de Oro» cambiaron mi vida y la percepción de los hechos, consiguieron mi amor hacia la literatura.

Sí, tú, Benito, fuiste quien ya no me sacó de tus libros hasta que fui lo suficientemente adulto como para saltar a otros autores y disfrutar de toda la literatura.

Sí, tú, Benito, fuiste quien me hizo tan arrogante de querer escribir, de crear historias, de publicar novelas.

Y ahora, cuando ya confío en mis fuerzas, me acerco a la librería y veo toda tu obra y tengo miedo, siento ese vértigo que provocas en mí cuando te leo, porque de los genios se aprende, se discierne y también se teme.

Gracias, Benito.

Biografía de Benito Pérez Galdós:

Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 10 de mayo de 1843-Madrid, 4 de enero de 1920)​ fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español.​

Se lo considera uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo xix.

Un narrador capital en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser propuesto por varios especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes.

Cotidianidad de Benito Pérez Galdós.

Benito Pérez Galdós solía llevar una vida cómoda, viviendo primero con dos de sus hermanas y luego en casa de su sobrino, José Hurtado de Mendoza.

En la ciudad, se levantaba con el sol y escribía regularmente hasta las diez de la mañana a lápiz, porque la pluma le hacía perder el tiempo.

Después salía a pasear por Madrid a espiar conversaciones ajenas (de ahí la enorme frescura y variedad de sus diálogos) y a observar detalles para sus novelas. No bebía, pero fumaba sin cesar cigarros de hoja. 

A primera tarde leía en español, inglés o francés; prefería los clásicos ingleses, castellanos y griegos, en particular Shakespeare, Dickens, Cervantes, Lope de Vega y Eurípides, a los que se conocía al dedillo. 

En su madurez empezó a frecuentar a León Tolstói. Después volvía a sus paseos, salvo que hubiera un concierto, pues adoraba la música y durante mucho tiempo hizo crítica musical. Se acostaba temprano y casi nunca iba al teatro. Cada trimestre acuñaba un volumen de trescientas páginas.

Desde la óptica de un Ramón Pérez de Ayala Galdós era descuidado en el vestir, usando tonos sombríos para pasar desapercibido.

En invierno era habitual verle llevando enrollada al cuello una bufanda de lana blanca, con un cabo colgando del pecho y otro a la espalda, un puro a medio fumar en la mano y, ya sentado, completaba la estampa típica de su perro alsaciano junto a él. Tenía por costumbre llevar el pelo cortado «al rape» y, al parecer, padecía fuertes migrañas.


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