El síndrome del impostor

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El síndrome del impostor

…y otros impostores.

Cuando hablamos de un conjunto de signos o fenómenos reveladores de una situación generalmente negativa y lo unimos al suplantador de una persona que se hace pasar por quién no es, nos hallamos ante el síndrome del impostor.

Esta anomalía es bastante conocida entre los artistas, deportistas, pero también está extendida entre trabajadores de cualquier ramo.

Pero sin duda donde mayor desempeño tiene es en aquellas actividades que no son medibles, en las que el propio autor de la actividad no puede comprobar si sus resultados son válidos.

El síndrome del impostor aplicado a escritores

En el caso del síndrome del impostor aplicado a escritores, es evidente que los buenos o malos resultados se ofrecen por las ventas, pero un creador de novelas (o de esculturas, pinturas, música, arte en general) no tiene porqué ser un buen vendedor, ni siquiera conocer los entresijos del marketing y la publicidad.

Para eso hay otros profesionales, y si el creador del arte no utiliza esas herramientas, recibe el golpe de la derrota, y aquí es donde interviene el síndrome del impostor.

¿Cómo saber si tengo el síndrome del impostor?

El síndrome del impostor es un tipo que te dice que no sabes escribir, que hay mucha competencia, que quién controla los medios de comunicación o invierte miles de euros en publicidad siempre llegará antes, que quién tiene contactos o amigos en la esfera de tu arte te dará el empujón necesario para llegar al objetivo, y bueno…, nadie puede decir que esto no sea verdad, pero el impostor, que eres tú mismo diciéndote estas cosas, consigue que dejes de escribir.

Detengámonos un momento en ese instante, dónde oyes la voz que te dice: déjalo, no te lee nadie, es un gasto inútil de tiempo. Dedícate a ganar un sueldo digno, crea una familia, ten hijos y un mes de vacaciones, relájate y camina por la senda hasta el fin de tus días, allá en la vejez, con suerte tendrás nietos, y una pareja que te quiere, y bueno…, nadie puede decir que esto tampoco sea un adecuado desenlace.

Por lo que todo depende de ti.

¿Cómo combatir el síndrome del impostor?

Creo que la respuesta a ambos argumentos es la vocación, llamémoslo así, la pasión desinteresada por una actividad de la que no esperas nada, arriesgar por el hecho de sentirse mejor, dejar a un lado los pensamientos negativos que el impostor fundamenta en el éxito.

Ningún escritor debería crear pensando en el dinero, queremos que nos lean, por supuesto, queremos tener visibilidad, aparecer en el periódico o en la televisión, pero si lo hacemos es porque durante muchas horas, días, meses y años hemos estado delante de un teclado creando historias, emitiendo un mensaje, deseamos que nos escuchen, compartir esa experiencia que tanto ocupa nuestras vidas.

Sí, puede que también deseemos una compensación económica, pero si lo planteamos desde ese punto, fracasaremos siempre.

Por esto, al tipo ese que de vez en cuando viene con los vanos argumentos de que no vales, solo puedes responderle que te gusta lo que haces, que seguirás haciéndolo por sentir esa satisfacción, que cada día lo harás mejor por el simple hecho de que la práctica convierte al aprendiz en experto; y si algún día una novela tuya sale a la luz y tiene miles o millones de lectores, pues ellos serán los primeros recompensados.

Y luego están los otros impostores…

Estos son más reconocibles, menos embaucadores, tienen rostro, no son la voz interior que te sorprende y mortifica. Los encuentras un día en una cafetería, cuando por casualidad hablas de tu vocación por la escritura.

Te preguntan cuántos ejemplares vendes al mes 0 si vives de la escritura. Cuestionan el sistema (ese de los agentes, editoriales y amiguetes que consiguen que tengas éxito), te hablan de que no hay nada nuevo bajo el sol, y te dan a entender que es absurdo y poco rentable.

Con los impostores de carne y hueso, esos que ni siquiera juntan cuatro palabras en una máquina de escribir, lo mejor es sonreírles, asentir, dejar que desparramen sobre la mesa sus argumentos, y despedirse educadamente.

En definitiva, si eres o te sientes escritor, y el hecho de crear historias te satisface, no lo dejes, obvia esa voz interior que te aconseja renunciar.

Despide de tu vida a esas personas que, por envidia o desafecto, no ven en ti la pasión.

Dedica un poco de tiempo todos los días a escribir, no te puede hacer mal, tal vez el día menos pensado encuentres tu destino.


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