Cuántas veces nos hemos visto despreciados por el sistema capitalista, y cuán de asumido tenemos que seguiremos bajo sus preceptos.
Si en alguna ocasión te has sentido un marginado en una sociedad donde el dinero, la fastuosidad y el consumo son los grandes principios, tal vez entiendas a Gordon Comstock, personaje central de esta novela.
George Orwell también sufrió las penurias de sistema que puede llevarte al extremo de mendigar para comer.
Que no muera la aspidistra.
La novela tiene ese sentido autobiográfico y valga pues para aproximarnos a las vivencias del autor en aquellos infaustos y también como precursora de la idea a la que le llevó escribirla. De todas las experiencias un escritor puede extraer grandes argumentos.
Gordon Comstock es un poeta frustrado y brillante escritor de eslóganes publicitarios pero le ha declarado la guerra al capitalismo y a la dependencia del dinero.
He aquí la genialidad de Orwell: un solo hombre contra un sistema, llevando sus principios hasta el extremo de perder la familia, los amigos, la pareja y la vida.
Una novela que versa la vida de Gordon Comstock, un escritor que le ha declarado la lucha al dinero en un sistema capitalista.
Una idea diferente de ver el mundo. Otra genialidad de Orwell.
La aspidistra es la planta que adorna cada una de las ventanas de la ciudad de Londres donde se desarrolla la acción. Es el símbolo de una existencia desahogada y agradable de la sociedad burguesa en la que se desarrolla la acción.
La novela muestra una crítica al sistema económico: el capitalista.
Orwell expone la tediosa y decadente vida de un personaje que trata de escapar de las garras del dinero en una sociedad que no dista mucho de la actual.
Toda la narración nos mantiene sobre un contexto decrépito y sucio, abocado al fracaso colectivo. Incide una y otra vez en la ignominiosa forma de vida de comienzos de siglo, y pronostica una gran guerra (aquí acierta de pleno, la obra se publicó en 1936).
Muy buena construcción de personajes.
Los personajes son visibles e identificables. La tristeza y abatimiento del protagonista es angustiosa y a la vez coherente.
Mantener unos principios de forma individual contra el sistema establecido es imposible, pero George Orwell trata de llevarlo hasta el extremo sobre un personaje antisistema que parece buscar su propia destrucción. La perspectiva del actor principal, desde el punto de vista de un escritor, me parece muy interesante.
Que no muera la aspidistra.
Durante el relato sentirás que quieres ayudar al protagonista ya que su situación se convierte en insostenible y a veces absurda. Pero él tiene un objetivo, un destino bien definido, aun a costa de dejar a un lado a todas las personas que lo quieren ayudar.
Su obstinación es enfermiza. Puede llegar a recordar el comportamiento de una adicto a las drogas eludiendo al mundo y destruyéndose así mismo.
¡El odioso dinero!
La lucha individual contra el capitalismo.
Perdurar al margen del circuito económico y llevar a cabo la actividad que realmente te apasiona es un tema recurrente entre las personas creativas. La salvaguarda de unos principios que van en contra del dios dinero y el sistema del capital llevan al lector ante la tesitura de que realmente el personaje tiene razón y todo esté condicionado al dinero, ¡el odioso dinero!
Sobre el contexto de la obra me he sentido atraído y tal vez identificado con los argumentos que se exponen, no en vano hago una crítica similar en mi novela Serendipias hacia un sistema social basado en el capitalismo, donde se menciona al dinero como el nombre Dios salve al Rey. El poseedor de una gran suma será más que un Rey, será un Dios.
¿Deberíamos vender nuestra alma por un «buen” trabajo?
Desde luego no creo que nadie hoy en día se plantee estas cosas si la alternativa es morir de hambre.
Orwell recibió críticas positivas, sin embargo él mismo despreció la novela y hasta llegó a pedir que no se reeditara mientras él viviera. En este sentido comprendo la gran influencia que pudo tener el personaje principal, Gordon Comstock, por parte de su creador.
En todo caso Orwell siempre consigue que me identifique con sus relatos. Tal vez esta sea la clave: la telepatía entre lector y escritor.
Hoy en día el mundo está globalizado. El individuo como unidad individual pierde fuerza. Esta novela me lleva a meditar sobre la capacidad de cada uno de nosotros para combatir una ideología o un sistema aceptado por la mayoría.
¿Crees que una sola persona puede ir contra todo un sistema aunque no sea para derrocarlo, sin para eludir las garras de los principios que sustenta?
Me gustaría pensar que sí.
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